Un mito residual que asocia tecnologías y jóvenes viene del cambio de siglo cuando internet apenas era para el uno por ciento de la población mundial. Entonces se llamaban “nuevas tecnologías” a esas que treinta años después forman parte de la vida cotidiana de tres cuartas partes del mundo.
Una década después de que apareciera el primer sitio web en 1991, internet conectaba apenas a una de cada diez personas en el mundo. A esa generación bisagra entre siglos, el marketing los llamó millenials. Pero su pionerismo duró lo mismo que la crisis del año 2000.
Así como se olvidaron los presagios de caos informático, aquellos jóvenes se han vuelto padres de niños menos asombrados por la tecnología, porque nacieron en un mundo que rápidamente cambió cables por fibra óptica y antenas de televisión por celdas de telefonía móvil. Hoy cualquier taxista del último país del mundo consulta el mapa digital antes de saludar al pasajero.
Un mito residual que asocia tecnologías y jóvenes viene del cambio de siglo cuando internet apenas era para el uno por ciento de la población mundial. Entonces se llamaban “nuevas tecnologías” a esas que treinta años después forman parte de la vida cotidiana de tres cuartas partes del mundo
Después de treinta años de internet, ya no son los jóvenes los más conectados, y los países más pobres son los que tienen más móviles por cabeza. Mientras las elites y los países ricos proponen campañas para la desconexión digital, los sectores con menos instrucción y los países en desarrollo se aferran a la conectividad para no caerse del mundo.
En España, a poco más de diez años de tabletas y móviles, imponen clases sin pantallas. En la Argentina, con más de tres cuartas partes de los jóvenes en la pobreza, lo mejor que les podría pasar a nuestros chicos es tener una pantalla donde refugiarse. Sin recursos familiares, con una educación que les soltó la mano y unos barrios que los condenan, saber manejar un dispositivo móvil puede ser la diferencia entre acceder a un trabajo o quedarse desconectado de verdad. No como los integrados que se dan el lujo de medir el tiempo que dedican al teléfono.
Otra gran transformación contraintuitiva muestra a los mayores más amigados con la tecnología que los adultos de mediana edad. Como pasa con los más castigados económicamente, la necesidad es el mejor estímulo para adoptar tecnología. Para muchos ancianos es la única forma de estar vinculados con familiares o de mantener su autonomía.
Lo que nadie vio venir es a los abuelos influencers, que disfrutan como quien más el goce de compartir aficiones y de recibir mensajes más allá del círculo que les estrecha la vida. Los influencers de la tercera edad que entrevisté en los últimos años están encantados de recibir muestras de afecto desde las redes. Concepción Alonso, @lapiruabuela, es una joven de 96 años que me confesó que espera con ilusión el momento de publicar cada video. José María Abad @soyjoseabad, encontró en las redes una forma de compartir su arte plástico y su literatura. @NancyRoqueta baila, cocina y disfruta la vida frente a un teléfono que aprendió a usar en la pandemia mejor que muchas adolescentes.
Lo que nadie vio venir es a los abuelos influencers, que disfrutan como quien más el goce de compartir aficiones y de recibir mensajes más allá del círculo que les estrecha la vida
Hace unos años, aparecieron en los torneos de videojuegos los Silver Snipers, un equipo de Counter Strike de más de 70 años. Sintetizaban su vínculo con la tecnología en la frase: “Tenemos tiempo”. Al tiempo que Suecia intenta limitar el tiempo de pantallas de sus nietos, se las facilita a los abuelos.
En todas las edades, la actividad es la misma: conversación, vínculos, búsquedas, compras y correos, según el relevamiento global de GWI. Tan igualados en costumbres es que los más jóvenes son los que más usan correo y quienes buscan más en Google.
La mitad de la población de la Argentina tiene menos de 32 años, más o menos como el resto de Latinoamérica. Incluso en Europa, que la mitad se corta alrededor de los 50 años, ya hay varias generaciones nacidas y criadas con una tecnología. La edad dejó de ser un predictor de uso de tecnologías pero el uso de tecnología delata la edad de espíritu usuario.